Una
mañana un niño llamado Joaquín iba andando hacia el colegio. Vio
un gato negro y pasó por debajo de una escalera, pero no le hizo caso
ya que no era supersticioso.
Cuando
llego al colegio era
como un día normal. Todos charlaban, jugaban... cuando casi le cae el
extintor en el pie, una librería golpeó sobre su mesa, en el
recreo se estrelló la cara contra la valla. Después en la clase
estuvieron jugando mientras llegaba la profesora de musica, lo
escucho su profesor y les regañó. Al salir del colegio quedó con su
amigo en su casa para ir a las fiestas, que la construían en su
barrio. Cuando llegó fue a montarse a la atracción. Le faltaba un poco
de dinero y su amigo le dio un poco del suyo. Fue a comprar una bola
de algodón de azúcar y se encontró unos dineros que eran lo
suficiente para comprárselo. Su amigo y él se lo pasaron muy bien
los dos, pero cuando llegó a su casa ya muy tarde, su madre le regañó
y su padre también. Al día siguiente vio un gato negro y pasó por
debajo de una escalera. Llegó al colegio, un amigo le hizo la
zancadilla y empezó a pelearse con el que le había puesto la
pierna. Cuando llegó el profesor y escuchó a Joaquín le mandó
una nota a su casa y entendió que las supersticiones eran ciertas y
empezó a ser supersticioso.
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